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  |  Ed.23 – abr 2021

Todas íbamos a ser periféricas. Piñen de Daniela Catrileo

Quien recibiera el epíteto de piñiñento reconocía la humillación que significaba su pobreza y tenía que cargar con ella el resto del día. A veces más. Recuerdo los ojos tristes de los llamados piñiñentos, sus mangas mordidas o apolilladas, los zapatos apretándoles el crecimiento, la repetición de leche con grumos de la junaeb tragada con la misma vehemencia del protagonista de “El vaso de leche” de Manuel Rojas.

Por Natalie Israyy

La primera vez que oí la palabra piñen fue en los noventa. Lo dijeron mis primos del sur, cerca de Almagro, al lado del río Cautín. Habíamos llegado de un paseo familiar o quizás ellos venían desde los papales o los frambuesales o de darle de comer a los chanchos y a las vacas y se tenían que limpiar las manos y la cara antes de sentarse a la mesa a tomar once con la comitiva nortina que andaba de visita por unas cuantas semanas.

Otras veces la escuché como adjetivo en la escuela. Quien recibiera el epíteto de piñiñento reconocía la humillación que significaba su pobreza y tenía que cargar con ella el resto del día. A veces más. Recuerdo los ojos tristes de los llamados piñiñentos, sus mangas mordidas o apolilladas, los zapatos apretándoles el crecimiento, la repetición de leche con grumos de la junaeb (ver nota 1) tragada con la misma vehemencia del protagonista de “El vaso de leche” de Manuel Rojas. En el patio, la polvareda se pegaba a la humedad que quedaba sobre sus labios, reforzando la mancha de sus incipientes bigotes púberes. 

La mayoría de compañeros y compañeras venían de la misma población, que estaba situada al lado de los arenales en una salida de Copiapó hacia Caldera. Por lo mismo, no era raro saber quiénes dormían hacinados, distribuidos en una pieza entre dos colchones de una plaza o aquellos que tenían piso de tierra. Los foráneos asistíamos desde otras periferias de la ciudad: El Palomar, la Rosario, la Juan Pablo II…

Pasaron los noventa y empezó el 2000. Se supone que se acabaría el mundo, sin embargo, el ritmo pegajoso de ChiChi Peralta, Sandy y Papo, Ráfaga, Azul azul, Elvis Crespo, El símbolo y tantos otros grupos más siguieron sonando esa noche y sobrevivimos, contra todo pronóstico, sin embargo, ya no fue lo mismo. Chile ya no fue el mismo. Sobrevivimos, eso sí, pero cada vez más endeudados.

Diecinueve años después, tras varias marchas, asesinatos, manifestaciones, performances y voces disidentes emergentes, todo se juntó en un octubre rabioso que enrostró públicamente el nivel de desigualdad e injusticia que ha sostenido a este país históricamente. Y los piñiñentos se tomaron las calles en varios puntos de Chile y recibieron el nombre de primera línea. El piñen volvió a verse en los rostros de manifestantes de todos lados: tierra pegada al sudor del tira y afloja contra los pacos.

En octubre de 2019, Libros del Pez Espiral publicó Piñen (ver nota 2) de Daniela Catrileo, su primera obra narrativa. En los tres cuentos que componen el libro se puede notar la influencia de la poesía en la forma en que Catrileo trata el horror en situaciones como el suicidio, el abuso sexual de menores, el aborto, la discriminación, entre otras, con frases tan ricas como: “No todos tienen la suerte de la resurrección, esa es la injusticia del nombre. Se vuelve al barro del mismo modo en que nacemos. Como un matorral de cardos o yuyos que a pesar de la pena se agitan al viento y vuelven a ser maleza a la inversa: se muere para volver a la tierra seca” (28).

Desde una narración cercana a quienes crecimos en los márgenes de las capitales, logra describir los espacios que abundan y proliferan a contrapelo de toda la modernidad de los centros. Nos hace un recorrido por los blocks, las poblas, las casas con patios atiborrados de objetos y podemos reconocer, fácilmente, esas calles que se replican en todo el país. Las postales que no compran los extranjeros de crucero.

Lo que más me conectó con las tres historias, además de coincidir con varias situaciones particulares retratadas en los relatos, fue reconocer la transversalidad de problemas entre ser niñas y niños, joven y/o mujer. Me refiero a la vulnerabilidad y a la construcción personal que hay que hacer de una misma todos los días para así, llegar a cierta verdad, la verdad de una: “Esos años fueron vertiginosos” dirá la narradora de “Warriache” y sí, lo son. Todos esos años en los que el adultocentrismo ejerce su poder para así mantener, como establece Claudio Duarte, la reproducción del sistema hegemónico patriarcal.

Creo que no es casual hablar desde las experiencias de grupos etarios desplazados, puesto que este carácter infantojuvenil se suma a las otras marginalidades, tales como el género o la etnicidad. Considerando este último punto, lo maravilloso del trabajo de Daniela Catrileo es la inclusión paulatina de palabras del mapudungun en su escritura, pues a través de ellas se revela también otra transversalidad de los relatos: el origen. Y es que, tal como en Río Herido (2016) y Guerra Florida (2018), la autora viene haciendo un esfuerzo por darle un lugar a su nombre, a su origen, a la voz de sus ancestros.

Esto queda en evidencia en la elección del título, pues piñen, dice el epígrafe que inaugura el libro “proviene del mapudungun y refiere al polvo o la mugre aferrada al cuerpo”. Me gusta que use la palabra “aferrada” y no adherida o pegada. Pienso que en la revolución de octubre nos aferramos a la indignación. Pienso que como mujeres nos hemos aferrado al feminismo y nuestros verdes y violetas. Pienso en las disidencias sexuales y las banderas a las que se aferran. Todas y todos en la misma periferia social y de género. Pienso en cómo la pobreza se aferra a vivir, así sin más. Pienso en mis compañeros tratados de piñiñentos ¿a qué se habrán aferrado?

Notas

1. Junta Nacional de Auxilios y Becas. Es una organización estatal que apoya a los estudiantes que se encuentran en condición de vulnerabilidad social.

2. Piñen ha sido reseñado en más de seis medios nacionales y fue seleccionado dentro de los mejores libros del año en La Tercera, catastro hecho por críticos y escritorxs nacionales.

Bibliografía

Catrileo, Daniela. Piñen. Santiago de Chile: Libros del Pez Espiral, 2019.

—. Guerra Florida. Santiago: Del Aire Editores, 2018.

—. Río Herido. Santiago: Edícola, 2016.

Duarte Quapper, Klaudio. «Genealogía del Adultocentrismo. La constitución de un Patriarcado Adultocéntrico.» Duarte Quapper, K. y C. Álvarez. Juventudes en Chile. Miradas de Jóvenes que Investigan. Santiago: Revista de la Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile, 2016. 17-47.

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