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  |  Edición número 24

Valparaíso absoluto

“Oceanía de Valparaíso” respira y exhala, parafraseando a Pezoa Véliz, vida de puerto. De Rokha no solo capta los componentes identitarios de la urbe, sino que su estilo desmesurado se presta, como ningún otro, para configurar el imaginario urbano de un territorio marcado por construcciones culturales anárquicas y descomunales”.

            Por Alexis Candia-Cáceres [i]

“Oceanía de Valparaíso”, poema extenso publicado en Estilo de masas (1965), es el mayor intento poético por construir una imagen total de la ciudad-puerto. Pablo de Rokha deambula por la geografía, la arquitectura, la historia, la cultura, entre muchos otros aspectos, para elaborar un texto poético ambicioso, desmesurado y épico.

Ciertamente, llama la atención el título del poema. Oceanía proviene, en primer lugar, del término griego okeanos, que significa océano. Este elemento es relevante porque, en la mirada de De Rokha, el carácter de los porteños aparece de la siguiente forma: “O los “porteños” son todos marinos, o los marinos son todos “porteños” (290) y, a su vez, el destino de la ciudad está trazado, también, por las aguas: “Todos los caminos de todos los destinos de la tierra van a dar al mar, Valparaíso” (291). Oceanía alude, en segundo lugar, a un continente que tiene un marcado carácter insular que, de una forma u otra, ilumina la estructura del poema. En “Oceanía de Valparaíso” la identidad de la ciudad parece estar dada por distintas “islas”, es decir, dimensiones del discurso que, a partir de la sumatoria de cada uno de sus significados, permite trazar el sentido profundo de la ciudad.

En esta dirección, es necesario considerar que De Rokha vivió, efectivamente, en Valparaíso y, por ende, su conocimiento de la ciudad es vivencial[ii] y, a su vez, literario. De esta forma, se trata de un autor que respira y lee los cerros, las calles y el plan de la ciudad-puerto: “Valparaíso, querido y grande amigo, en la buena y en la mala fortuna de marino sin navío y con revólver en las navegaciones, ya estaba contigo; viví entonces allí, Valparaíso, aquí, en tus encrucijadas con canarios, entre tus muelles y tus caletas, adentro del cerezo conyugal, criado, alimentado por nosotros en tu gran caída impertérrita” (308).

A mi juicio, este conocimiento íntimo de la ciudad incide en la estructura del poema. Al igual como las callejuelas de Valparaíso suben cerros, rodean quebradas y terminan, de manera inexplicable, mirando al mar; De Rokha salta de una “isla” a otra, pasando, por ejemplo, del carácter marítimo de la ciudad, al duro y violento trato que recibió de las potencias del norte, para recalar, al fin, en la “[…] patología de la agonía de la burguesía” (291). De esta forma, existen formas literarias caóticas que permiten mostrar la contextura del principal puerto de Chile.

Acorde a su propia concepción literaria, De Rokha intenta mostrar la “épica social americana” porteña, exhibiendo una ciudad marcada por la sucesión de catástrofes. El terremoto de 1906, la miseria lacerante de los cerros y el bombardeo de 1866 son algunas de las tragedias que evidencia un estilo que es “[…] como el infierno” (294). Precisamente, respecto de uno de estos desastres, el ataque español, sostiene con dureza:  “[…] el bombardeo de la España imperial, podrida, que asesinaba a cuchilladas de bandido y por la espalda, no de soldado del Cid arcaico y heroico, arremolina una gran hoja marchita en tus recuerdos irremediables de urbe sufriente o grandiosa, Valparaíso, pero el corvo del “managua”, navegado y pateado en padecimiento, con los vinos antiguos, brillando como el sarcasmo del andrajo en el imperialismo” (291).

No hay pasión sin goce, no obstante, en la mirada de De Rokha. Así, el hablante pasea por los lugares del placer, tales como “La casa de los siete espejos”, o se detiene en los espacios de la “liturgia” culinaria de Valparaíso: “¡oh! “Pancho” querido, “Pancho” Valparaíso, ¡oh! “Pancho” florido de tabernas y cementerios marinos, emergiendo por adentro de tu juventud antigua, desde Playa Ancha al Almendral, cruzando las “estoicas” y “heroicas” filarmónicas del putañerismo y la “naipada” del “Rey” y “Sota de Bastos” o rayuela, en la que se emborracha con tremendo ron falsificando al pobrecito indio desteñido y colosal, Rubén Darío, y Baroja las canoniza, como a entidad de santidad, liturgia o mito trágico, parido de garitos o de clubes sociales donde se come, entonces, la rica prieta fina como pierna de mujer”  (293).

Se trata, claro está, de un goce popular que colinda con el “turismo de cuchillos” (295). El placer carnal aparece, entonces, en el borde o en los límites de lo posible.

“Oceanía de Valparaíso” parece convocar, una y otra vez, a fantasmas. Rubén Darío, Vicente Pérez Rosales, Zoilo Escobar y Winétt de Rokha son aludidos, en diversas ocasiones, a lo largo del texto poético. En este sentido, resulta interesante que cuando De Rokha alude a los “hijos del siglo del capitalismo que emerge” (304) como producto de la “gran honorabilidad ladrona de finanzas” (304) aparece, también, Emile Dubois, asesino de usureros extranjeros y santo de los sectores populares, quien “[…] coronó de asesinatos y poemas de patibulario, poemas de aventurero, poemas de desconformado en la ilegalidad y de fusilamiento” (304).

A través del extenso poema, el hablante recorre la ciudad, desplazándose por sus avenidas, el borde costero y ascendiendo o descendiendo en: “costillares de los ascensores” (293) a través de los cerros de Valparaíso.

Pablo de Rokha asume, en definitiva, que Valparaíso constituye un espacio de resistencia. Más allá de las catástrofes, de los problemas endémicos, de los arrebatos del poder, del hacinamiento y de la pobreza extrema, existe una ciudad bohemia, dionisiaca, que se yergue frente a la amenaza de un futuro calamitoso, “[…] valiente, colosal, sobre tu nombre de arena innumerable” (294). Valparaíso es una ciudad que, sin importar las caídas e incluso o los derrumbes, se alza y celebra “[…] al filo de los abismos” (316).

“Oceanía de Valparaíso” respira y exhala, parafraseando a Pezoa Véliz, vida de puerto. De Rokha no solo capta los componentes identitarios de la urbe, sino que su estilo desmesurado se presta, como ningún otro, para configurar el imaginario urbano de un territorio marcado por construcciones culturales anárquicas y descomunales.

Bibliografía

Rokha, Pablo de. Antología rokhiana. Santiago de Chile: Ediciones Tácitas, 2016.

Bisama, Álvaro. Mala lengua. Un retrato de Pablo de Rokha. Santiago de Chile: Alfaguara, 2020.

Notas

[i] ANID/CONICYT + FONDECYT Regular 2018 N°1181787: ‘Disidencia, desborde y catástrofe en los imaginarios urbanos de Valparaíso (1914-2014)’. Investigador Responsable: Alexis Candia Cáceres.

[ii] Para más antecedentes sobre la vida de Pablo de Rokha en Valparaíso se puede revisar: Bisama, Álvaro. Mala lengua. Un retrato de Pablo de Rokha. Santiago de Chile: Alfaguara, 2020.

 

 

 

 

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