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  |  Edición número 24

Pablo de Rokha: poeta vanguardista y popular

“Más allá de sus desbordes verbales y gestos violentos de la leyenda y la historia del poeta, persiste la imagen de este patriarca cósmico que defendió sus ideales hasta las últimas consecuencias, que fue un pionero de la vanguardia chilena y latinoamericana y que amó a sus seres queridos con un ardor en el que se le iba la vida”

Por Naín Nómez

El poeta Pablo de Rokha nació con el nombre de Carlos Díaz Loyola en 1894 en Licantén, Curicó y se suicidó el 10 de septiembre de 1968 en Santiago. Si no damos la fecha exacta de su nacimiento es porque existen al menos tres posibilidades a partir de distintos documentos: el 13 de marzo, el 17 de octubre o el 25 de noviembre. El periplo de su vida resulta tan apasionante como su obra poética difícil de clasificar dentro de la tradición literaria chilena. Parte importancia de su infancia transcurre en los campos y los cerros de la zona central de Chile, donde su padre ejerció diferentes oficios. Hacia 1911 se encuentra estudiando en el Seminario San Pelayo de Talca de donde es expulsado por hereje. Es el tiempo en que escribe y publica sus primeros poemas con el seudónimo de Job Díaz. En el año 1912 viaja por primera vez a Santiago donde se relaciona con muchos escritores, entre ellos Samuel Lillo, Vicente Huidobro, Mariano Latorre, Ángel Cruchaga Santa María, Pedro Sienna, Daniel de la Vega y Fray Apenta. Durante los años siguientes va y viene entre la capital y la provincia hasta que recibe en Talca un libro de regalo firmado por Juana Inés de la Cruz, seudónimo de Luisa Anabalón Sanderson, de quien el poeta se enamora por una foto en el poemario. Viaja a Santiago y la pide en matrimonio, con gran escándalo para ambas familias, ya que el poeta no tiene oficio conocido. En 1916 ambos se escapan, iniciando un periplo de lugares y trabajos esporádicos por el sur del país. El poeta trabaja como preceptor, administrador de haciendas, corredor de propiedades, comprador y vendedor de frutos del país, publicista agrícola o comerciante de antigüedades, con largos periodos de cesantía. Carlos Díaz Loyola asume su seudónimo de Pablo de Rokha al igual que Luisa Anabalón el de Winétt de Rokha y ambos publican sus primeros poemas en la mítica antología Selva Lírica, que fue realizada en 1916 pero se publicó en 1917.

El poeta escribirá 38 libros de poesía, 3 obras de estética y política, varios ensayos, artículos periodísticos de toda índole, cartas, discursos políticos, una autobiografía inconclusa y fragmentos de varios libros inéditos, recopilados en una edición póstuma. Durante este tiempo publica una serie de revistas, de las cuales la más importante, será Multitud creada en 1939 y cuyo último número se editó en 1962. Pablo de Rokha se compromete con el Partido Comunista y busca la posibilidad de establecerse en algún cargo público sin resultado. Es candidato a diputado, candidato a Decano en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile, dirige la revista Principios, es Director de la Casa América y colabora con el Frente Popular en los años 30. Su prole crece: los poetas Carlos y Pablo, la pintora Lukó y el también pintor José, Juana Inés, Laura y Flor, más Tomás y Carmen muertos prematuramente. En 1944 Pablo y Winétt inician un viaje cultural por América Latina, impulsado por el presidente Juan Antonio Ríos, que incluye 19 países y que dura dos años. En México, conoce al ex presidente Lázaro Cárdenas, de origen campesino como él, con quien realiza una cabalgata de 3 días siguiendo la huella de Emiliano Zapata en la revolución mexicana. De regreso, deben quedarse en Argentina porque Gabriel González Videla ha dictado la Ley de Defensa de la Democracia contra el Partido Comunista. En 1965 recibe el Premio Nacional de Literatura, galardón que le llega cuando ya está enfermo y cansado. Dirá: “me llegó tarde, casi por cumplido y porque creían que no iba a molestar más”.

Con respecto a su poesía, se podrían mencionar 3 etapas.  La primera, que fechamos entre 1916 y 1930 se inicia con el neo romanticismo (Versos de infancia, El folletín del diablo), pasando por una lírica expresionista (Sátira), para terminar con un surrealismo achilenado (fundamentalmente Los gemidos, U, Satanás, Escritura de Raimundo Contreras).  En una segunda etapa (1930 a 1950), el poeta desarrolla una épica moderna, con la mitificación de personajes históricos o bíblicos como en los textos de Moisés y Jesucristo, para luego centrarse en una epopeya nacional que resalta lo popular, entendido como la exaltación del mundo campesino chileno (en poemas como “Epopeya de las comidas y bebidas de Chile”, “Campeonato de rayuela” o “Los borrachos dionisíacos”). Esta línea se conjuga con poemas y libros directamente políticos como “Oda a la memoria de Gorki” o Arenga sobre el arte. En la tercera etapa, que se desarrolla desde la muerte de Winétt hasta su propia muerte en 1968, las líneas estéticas se abren en muchas direcciones: poesía épica, poesía política, poesía simbolista, poesía rural popular y poesía elegíaca. Destacan los poemas que aluden a la angustia frente a la muerte, como el “Canto del macho anciano” del libro Acero de invierno, la elegía Fuego negro en homenaje a Winétt, Genio del pueblo, un fresco social donde dialogan 103 personajes y sobre todo los textos que retoman el mundo popular rural y urbano, como “La posada de don Lucho Contardo”, “Campeonato de rayuela” o “Rotología del poroto”.

Las obras de Pablo de Rokha, reafirman la tendencia del arte hispanoamericano por generar una poesía que se vincule a la transformación social y que sea una refundación del continente por medio del lenguaje. Lo que se pone en duda es la idea universal de la noción de Literatura. Los textos adoptan la forma de la espiral, de la caja china, del mosaico fragmentario y totalizador al mismo tiempo. Especialmente los poemas que representan lo “nacional-popular”, le dan a los objetos, los paisajes y los seres humanos un carácter mítico que los hace únicos e irrepetibles, como “el camarón del Huasco…chorreando vino y sentimiento”; “la chanfaina licantenina es guiso lacustre, mito de río y ribera”; “la gran quemada… se produce en un horizonte de chicharrones en el invierno cuando el cuerno del sol apunta a las tinieblas”, “los poetas desintegrados que manosearon en los colchones de los mesones la eterna ubre semental de las borracherías”, etc. Esta especie de armonía arquetípica fija lo nacional y lo popular en símbolos que esencializan lo autóctono y popular.

Más allá de sus enormes batallas con Neruda, Huidobro, Joaquín Edwards Bello, Alone, presidentes, ministros, políticos, generales o diplomáticos; más allá de sus desbordes verbales y gestos violentos de la leyenda y la historia del poeta, persiste la imagen de este patriarca cósmico que defendió sus ideales hasta las últimas consecuencias, que fue un pionero de la vanguardia chilena y latinoamericana y que amó a sus seres queridos con un ardor en el que se le iba la vida. Podría decirse que obra, vida y utopía social están resumidas en su vida y sus poemas, porque como él escribió: “la batalla de la vida está perdida desde el origen, pero lo heroico es ganarla”.

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