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  |  Edición número 24

Soy poeta: me llamo Pablo de Rokha y cumplo 127 años

“Aquí estoy todavía agarrado a la tabla de salvación de la poesía y las batallas ganadas son heridas marchitas, pétalos de una gran rosa sangrienta, porque sé que perderé la guerra eterna y parece que encienden lámparas en otro siglo del siglo, en otro mundo del mundo y presiento que el porvenir es un sable de sangre”

               Transcripción rokhiana de Naín Nómez

            Aquí estoy, aquí estoy poetastros de Chile y abrómicos de Europa, multitud de escritorzuelos rufianes, no me mostréis el rabo; viví setenta y tres años sobre la tierra, pobremente, vi grandes a mis nietos menores y amé, amé, amé mi oficio con la honorabilidad del hombre decente, odié al capitalista imbécil y al peón canalla, vil y utilitario; viví setenta y tres años sobre la tierra, fallecí en el patíbulo POR REVOLUCIONARIO, pero sigo vivo, todavía sigo vivo porque también en las bodegas y las tonelerías de la muerte estalla la carcajada de la poesía

         Nací en marzo o tal vez en octubre o noviembre (no me acuerdo) de 1894 con el fracaso total del mundo y aunque mi dolor chorrea de sangre la ciudad, aunque aúllo por los barrios mordido de canallas y haya sido el gran solitario de las letras chilenas, sigo escribiendo, sigo viviendo, cantando con este lenguaje extraño, trunco, espantoso, deforme, dinámico, flexible, que los alones, los silva castro, los omer emeth y los valente rechazaron; grafómano irredimible es verdad, pero ni matón ni perdonavidas como decía el tal basualto, el bacalao de isla negra, ni verdugo, espía, soplón ni plagiario ni menos falsario, hueco o politiquero como apostillaba el pije de cartagena

         Aquí estoy con mi voz grande, mi voz oscura, cantando alegre y nueva, alegre y nueva,  cantando alegre y nueva por los caminos imaginarios de la antigua ciudad de talca, la ácida la árida talca, por las granjas de putú y licantén, por las provincias del mundo y los pueblos en que nacimos, vichuquén y hualañé, llico y lora; me acuerdo de mi padre don Ignacio y el rucio Caroca, de la perdida felicidad en los escombros cuando el amor nos agarró y nos estrujó como a limones desesperados; escribí y sigo escribiendo porque tengo la palabra agusanada y el corazón lleno de cipreses metafísicos, ciudades, polillas, lamentos y ruidos enormes; como el pelo me crecen, me duelen las ideas, dolorosa cabellera polvorosa, al contacto triste de lo exterior cruje, orgánica, vibra, tiembla y cargada de sangre, parece un manojo de acciones irremediables

         Aquí estoy: ayer me creía muerto, hoy no afirmo nada, nada, absolutamente nada, y con el plumero cosmopolita de la angustia sacudo las telarañas a mi esqueleto sonriéndome en gris de las calaveras, las paradojas, las apariencias y los pensamientos; cual una culebra de fuego la verdad, la verdad le muerde las costillas al lúgubre Pablo, por eso ni hoy ni mañana acabarán conmigo

        Arrastro la porquería maldita de la vida, como la pierna tronchada de un idiota y espero el veneno del envenenador, la solitaria puñalada literaria por la espalda en el minuto crucial de los crepúsculos, el balazo del hermano en la literatura, como quien aguarda que le llegue un cheque en blanco desde la otra vida; me da vergüenza ser un ser humano, como con asco de existir, duermo como un perro que bramara en el desierto encima de una gran piedra tremenda, hablo con espanto de cortarme la lengua con la cuchilla de la palabra; no deseo el sol sino llorando y la noche maldita con la tempestad en el vientre

      Cuando los naranjos del siglo den la última flor de azahar, todos nos habremos muerto, nos habremos muerto con nuestros dolores y nuestros errores y espantos, nos habremos muerto con la época y todas las formas de la época; constituiremos el retrato del antepasado oficial, polvoso, telarañoso e idiota como batea de comercio y nuestros bigotes y nuestros garrotes de peleadores por la vida trágica serán como viejo lobo muerto en los acantilados del gran océano de la eternidad

       Pero aquí estoy de nuevo, aquí sigo respirando sin disfrazarme de nada herido muerto resucitado sin homenajes ni congresos ni fábulas de buen amor muriendo de pequeños insultos, fracasado en la vida y en la muerte oteando el nuevo siglo desde la vuelta de la esquina con los mismos vaticinios de siempre mirando con tristeza los despavoridos caballos del crepúsculo y la lenta muerte de este país como decía en ‘Infinito contra infinito’ porque sobre el hambre, el andrajo y el asesinato se construyó la historia y hoy los verdugos y las víctimas propiciatorias, los niños pasados a cuchilla o violados por degenerados, los ancianos y las antiguas y heroicas madres, todos yacen en la misma tumba helada

     Aquí estoy con mis poemas insobornables, enhiestos, justicieros, fracasado pero vivo, sentado a la sombra de un sepulcro pero vivo y viviendo del recuerdo, amamantándome del recuerdo, padre y abuelo padre de innumerables familias reales e imaginarias, porque lo hicimos todo, lo quisimos todo, lo pudimos todo y se nos quebraron las manos y los dientes; aquí estoy infinitamente cansado, desengañado, errado, aunque el dolor nacional es mío y el dolor popular me horada la palabra, desgarrándome, como si todos los niños hambrientos de Chile fueran mis parientes

      Aquí estoy todavía agarrado a la tabla de salvación de la poesía y las batallas ganadas son heridas marchitas, pétalos de una gran rosa sangrienta, porque sé que perderé la guerra eterna y parece que encienden lámparas en otro siglo del siglo, en otro mundo del mundo y presiento que el porvenir es un sable de sangre

      No fui dueño de fundo, ni marino, ni atorrante, ni contrabandista o arriero cordillerano, mi voluntad no tuvo caballos ni mujeres en la edad madura y a mi amor lo arrasó la muerte azotándolo con su aldabón tronchado, despedazado e inútil, pero aquí estoy como el tigre martiano espantado del fogonazo que vuelve de noche al lugar de su presa y que muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire

       aquí estoy ahora cantando con la desmesura de siempre ya sin diatribas ni gemidos o enemigos que griten que no fui poeta que no fui consecuente que no me jugué mi destino hace ya 50 años

      vociferando de nuevo en las entrañas de este país donde todavía existen otros más malditos que yo

      sabiendo siempre que la batalla de la vida va perdida de antemano pero lo heroico es ganarla

 

 

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